Desde hace algún tiempo se ha puesto de moda hablar de la maternidad. No hay más que ver el mercado editorial: junto al feminismo, la maternidad es un tema que interesa, que vende. Más allá del oportunismo que pueda suponer, está bien que se hable y se lea sobre estas cuestiones, porque lo que sugiere es un hambre de expresión y de saber, en especial en un colectivo tradicionalmente tan silenciado como el de las madres.
La mayoría de los testimonios surge de la desconexión entre lo que se esperaba –lo que le habían contado– y lo que una se encuentra que es la maternidad. Y eso, que posiblemente ha pasado siempre, parece que ahora por primera vez se cuenta. Quizás porque antes no estaba bien visto. Quizás por esa abnegación que se inculcaba desde la cuna, las mujeres aceptaban la maternidad y sus sinsabores asintiendo y, sobre todo, callando.
Contra la maternidad edulcorada
No es que ahora todas las voces sean de desencanto. Son más bien de protesta ante una idea edulcorada de maternidad. O ante la concepción de la maternidad como el medio de realización femenino por excelencia, como si no pudiéramos ni debiéramos aspirar a otra cosa que a ser madres. No obstante, en el momento en que más derechos tenemos las mujeres, están volviendo a despertar posiciones que creíamos superadas en lo que a maternidad se refiere.
Existen voces que, en su reivindicación de una crianza más respetuosa, acaban ejerciendo una forma censura hacia aquellas mujeres que no optan, por el motivo que sea, hacia aquello que unilateralmente consideran óptimo.
Son las voces que parecen querer devolver a las mujeres al papel excluyente de madre consagrada en cuerpo y alma al cuidado de los hijos. Y digo yo que de lo que se trata es de defender una sociedad que permita conciliar y compartir los cuidados, no de establecer una vara de medir entre buenas y malas madres por tomar una decisión u otra respecto a la crianza de los hijos, como está sucediendo.
Sé la madre que tú quieras
Coincidiendo con el Día de la Madre (y para dejar un poco de lado su versión más comercial) quizás sea una buena idea reflexionar sobre la libertad de cada mujer a ser la madre que quiera ser. Existen tantas formas de maternidad como mujeres que deciden serlo (o no, pues no ser madre es una opción perfectamente válida, aunque todavía haya que recordarlo) y no hay una mejor manera de ser madre –mientras se procure el bienestar de los hijos–, ni es posible ser la madre perfecta, ¡al menos no todo el rato!
Recomiendo dos novelas en las que la maternidad ocupa un lugar central. La mejor madre del mundo, de Nuria Labari (“Soy una madre amateur y ya estoy acabada: escribo a espaldas de mis hijas, como si ellas no fueran suficiente. Escribo cuando debería estar jugando con ellas o contándoles un cuento o preparando un bizcocho. Y cuando esto termine, ellas lo sabrán”). Y Tú no eres como las otras madres, de Angelika Schorobsdorff, quien reconstruye la vida real e inconformista de su madre, una judía que experimentará la libertad en el Berlín de los años 20 y que tras el nazismo se encontrará con una realidad nueva y reveladora.
Además, en este post podéis encontrar otras lecturas recomendables para las futuras más.
Y, para terminar, un cuento que invita a pensar sobre la libertad individual y el respeto de los unos a los otros. ¡Qué lo disfrutéis!